En mis primeros quince años de estudio del Reiki, buscando el significado profundo de cada práctica y de cada símbolo, lo consideré primero como una herramienta útil para ayudar a aliviar el dolor ajeno sin más preguntas.
Influido por la lectura de los textos de Reiki, y siguiendo las enseñanzas de distintos maestros del método, tanto occidentales como japoneses, recorrí distintos países, buscando las claves que me guiaran hacia la auténtica esencia de aquello que su fundador, Usui Sensei, se propuso al enseñarlo.
Fue así que pude aprender distintas versiones del Reiki contemporáneo. Desde las más modernas, que envían iniciaciones a distancia y promueven el Reiki sin maestros, hasta las más conservadoras, que le imponen al alumno seguir el camino de su maestro como si éste tuviese la verdad absoluta.
Con tanta información y discusiones acerca de quién enseñaba mejor o era más espiritual, cosa que aparentemente no debería ocurrir entre seres considerados elevados, me rendí y solté todo lo aprendido, a fin de que apareciese aquello que tenía que serme revelado en el momento oportuno.
Comencé a enseñar Reiki con precaución, poniendo la intención en cada clase, de darla con el objetivo de despertar el mundo interior del maravilloso ser que tenía delante. Independientemente del padecimiento que lo trajera, o de la búsqueda que lo orientara a llegarse hasta mi escuela, ese fue mi foco inicial.
Usar la intención, me fue dando muy buenos resultados, como si la clave más fuerte del Reiki estuviese anidada en transferir la intención del corazón del maestro al alumno durante la clase o sesión. Había que entrar en un estado diferente de consciencia, y tomar a la energía vital como materia prima sutil conductora de dicha intención.
Fui tomando nota de las herramientas que usaba en cada nivel de reiki, de las preguntas que surgían en las clases cuando aplicaba este método, y de los efectos posteriores que recibían los alumnos. Practicaran o no las técnicas enseñadas, e incluso sin importar qué se había enseñado ese día, había un común denominador: cada uno de los presentes podía soltar algo que lo oprimía y conectar con sus sensaciones más sublimes.
La fuerza espiritual de esta energía, comenzaba a hacerse ver en los efectos sobre la vida cotidiana de los practicantes de reiki. Los que no estaban dispuestos a cambiar nada dentro suyo, comenzaron a desear cambiar. Otros tomaron consciencia de saber que podían cambiar lo que desearan. Y otros pudieron aceptar que todo cambio tiene sus movilizaciones y sus consecuencias.
Me maravillé de la simplicidad con la que todo iba ocurriendo y más aun, de que no se le imponía a nadie el cambiar nada. Quien ni evaluaba la posibilidad de tener que modificar algo de su vida, no regresó mas, respetándose sus tiempos internos.
Algunos años después fui descubriendo que había en el método original de Reiki, una serie de herramientas sutiles que podían utilizarse para imprimir a la clase o a la sesión, una atmósfera que permitiese a los receptores una conexión profunda con su interior. Más aun, aprendí que el foco de las enseñanzas de Usui Sensei, estaba ligado a perfeccionarse a sí mismo, más que a dar energía a los demás: ese es el método de Reiki en sus aspectos espirituales más profundos. A esta segunda etapa la llamé comprensión y se la sumé a la intención.
Seguí aprendiendo diferentes formas de canalizar esta energía espiritual.
Con todas las buenas energías que cada sistema aprendido me propuso, sentía que cada método, era una libre interpretación del maestro que me lo transmitía.
En ese sentido, si bien estaba presente lo espiritual, se hacía mas hincapié en el uso de símbolos y técnicas para aplicar sobre los otros, que en una profunda toma de conciencia acerca de la forma de ver el mundo que todos tenemos instalada por la sociedad y la cultura, desde el nacimiento. Dicha forma de ver el mundo, impregna la totalidad de la vida del receptor de Reiki, del dador y del maestro o maestra, condicionando el resultado de la energía aplicada sobre las personas, mas allá del sistema aprendido. Desarmar dicha estructura con símbolos o posiciones de las manos, me pareció confuso, tanto desde un punto de vista iniciático, como desde un lado científico. Al margen de que la propia historia personal también influye en el resultado de las sesiones de Reiki, y que las condicionan hasta tanto uno no reconozca y afronte sus características adquiridas, que forman parte de nuestra personalidad. Aquí nació la comprobación de que, a la intención y la comprensión, le era necesaria la humildad.
Ahí me detuve una vez más y esta vez, tomé en serio a mi maestra intuición. Todo fue perfilándose desde un principio para que esto ocurriera. Tuve que convencerme por la fuerza de los hechos de que mi guía interna me indicaba el camino todo el tiempo. Reconocerlo no estaba en mis planes. Mi propia formación me lo impidió durante años. En ese momento se sumó un nuevo elemento que me reveló lo necesario para seguir: el amorhacia uno mismo como herramienta de transmisión plena de la energía.
Allí comenzaron a llegar a mis manos varias reijus, que son herramientas de conexión profunda con un nuevo nivel dentro de nosotros mismos. Más que iniciaciones en la energía universal venidas desde fuera, las reiju son maneras de proporcionarnos la oportunidad de comenzar un nuevo nivel de comprensión dentro de nosotros y de los alumnos. La efectividad de las iniciaciones que hagamos, depende de cómo nosotros estemos en ese momento alineados en nuestras propias vidas con la vibración universal de unidad.
Solté una vez más lo aprendido a través de mis maestros de toda la vida, y decidí buscar una nueva comprensión de todo el proceso de Reiki. Para eso inicié un viaje en el que no sabía qué iba a obtener. Decidí con confianza y alegría subir a la montaña, cuya cima no podía ver, porque “la nube del desconocer” no me lo permitía, y le pedí a las fuerzas de la transformación creativa, para que me ayudasen a hacer el cambio tan necesario.
Usé las vocales sagradas, reverencié las prácticas más simples de Reiki y usé los kuji kiri en mis manos. Envié la energía de los kotodama de Usui Sensei a distancia a los alumnos y maestros de la escuela.
Ese día me conecté con lo más amado de mi tarea en Reiki. La percepción del sistema de Usui, como un método para la fusión de las energías de cielo y tierra, a fin de convertirnos nosotros mismos en unidad plena y amorosa. Comenzó a invadirme otra vez una energía jubilosa que hacía mucho tiempo no me animaba a sentir. Mover la energía para recibir nueva energía. Podemos aprender a tomar consciencia de la manera de dar Reiki, sin influenciar con nuestras falencias el resultado de las sesiones y las clases. Sin condicionar con nuestros prejuicios, las decisiones que forman parte de la libertad del receptor. Podemos conectar a cada ser a su natural bondad intrépida.
He aquí la inmensa herencia del método: la energía Reiki es en sí nuestra gran maestra. Lo fue de Usui Sensei, lo es de nosotros. Nos conecta a nuestra verdad interior y nos anima a ser libres en su uso. El Reiki para el Satori ya está en tus manos desde hoy.